lunes, 25 de mayo de 2009

Taller de expresión escrita 2: la narración. Recreamos pueblos de la Antigüedad

Los espartanos

Una noche me acosté y tuve el presentimiento de que algo me iba a ocurrir, cerré los ojos y estaba en Esparta, no era un sueño era realidad. Mi sueño se había cumplido. Al principio me asusté porque fuera por donde fuera me iba encontrando soldados y más soldados. Pero poco a poco me fue gustando y un día decidí ir a ver como eran los durísimos entrenamientos de los soldados. Me impresionó mucho como eran las batallas allí y lo importantes que eran para ellos. Me invitaron un día a una batalla, yo estaba muy asustada porque me imaginaba lo duro que serían esas batallas pero al final acepté y fui. Se enfrentaban cuerpo con cuerpo y buscaban morir con honor y dignidad. Una vez fui con una madre y un padre de un joven que luchaba. Quedé impresionada por su reacción ante la muerte de su hijo y es que en vez de llorar se pusieron a festejarlo y entonces yo le pregunté que si no le daba pena y ella me contestó que no, que lo importante es que había muerto con dignidad y con la victoria en sus manos.
También tuve el honor de formar parte de la muralla para realizarlo, ya que era la única muralla que había ya que ellos no querían amurallar nada, porque así les demostraban al enemigo que no se escondían de ellos ni se refugiaban detrás de nada y que se enfrentaban cuerpo con cuerpo. Una noche estaba yo durmiendo cuando de repente me despertó un gran estallido y salí a la calle y entonces la gente corría atemorizada porque la guerra del Peloponeso había comenzado entre espartanos y penopolenses. De esa guerra salió victoriosa Esparta.
Había una cosa que me encantaba de Esparta: sus creencias hacia los dioses ya que tenían 43 templos de divinidades, 22 templos de héroes, cuyas imágenes de dioses me enamoraban y en esos momentos soñé ser una maravillosa diosa. Una tarde, cuando estaba la lucha entre atenienses y espartanos, me dio pánico y decidí ir a uno de los templos a rezar para que no me ocurriera nada, cuando me tocó un señor el hombro y Me dijo: -Tranquila, muchacha, que no te pasará nada. Esparta nunca se rendirá ante ellos y nosotros somos muchachos que con nuestro ejército no podrán. Y si perdemos la batalla y nuestros soldados mueren no estés triste pues habremos luchado con mucho honor.

Raquel Leyva



Los fenicios


Estaba en el año 800 a.C. mis abuelos me dijeron al poco tiempo de nacer que nuestras raíces venían de Arabia.
Mis antecesores surcaron el Mediterráneo y el Atlántico por la costa europea, ellos fundaron colonias e industrias. Se dijo de ellos que eran el símbolo del espíritu comercial.
Ahora vivo en Tiro con mi mujer y mis dos hijos llamados Gales y Electra y mi mujer Venus, y yo un explorador llamado Biblos.
En el año 830 a.C. decidimos hacer una expedición a Gadir, Allí, como grandes exploradores que somos, fuimos a hacer excavaciones para encontrar minerales y comerciar con los Tartesos que son los que están ubicados en toda esa zona.
Nuestras expediciones disfrutaban de unos puntos estratégicos muy buenos como: el puente de Asia, África y Europa. Por ello nos dicen que somos hábiles comerciantes. Ya en Gadir paramos en la costa.
Y llegaron los Tartesos e intercambiamos el oro, plata, incienso y cerámica. Ellos con nosotros intercambiaron el vino. Más tarde fuimos a la sierra de Gadir allí encontramos el carbón y volvimos a la costa que allí pescamos atún.
A causa de la economía los comeciantes Fenicios tuvimos que reunirnos para hacer un alfabeto y llevar un registro ordenado de las mercancías. Nuestro alfabeto consta de 22 consonantes pero sin vocales que más tarde los Griegos tambíen adoptaron y añadieron las vocales.
Ya otra vez en Tiro, al poco tiempo, decidimos hacer otro viaje a Atenas. Para ello tuvimos que surcar el mar Mediterráneo, pasando entre Creta y Rodas y llegamos al mar Egeo, donde desembarcamos. Una vez allí tuvimos una batalla campal con el recibimiento de los Griegos. Al acabar la batalla industrializamos la costa y volvimos otra vez de vuelta a Tiro.

Daniel García



Los íberos
Cuentan las antiguas leyendas que los íberos (entre el sigloVI a.c y I a.c) eran expertos fabricantes de espadas, luego las vendían o las cambiaban por especies a los fenicios y a los griegos, para sus batallas. Aquí os voy a contar la historia que me ocurrió con un griego.
Antes de amanecer emprendí mi viaje hacia Grecia, fui solo con tres baúles llenos de espadas, más o menos unas trescientas. El viaje duró unos tres meses, la travesía fue peligrosa y solitaria. Paraba cada cinco días o cuando podía. Mi primera parada fue en una pequeña isla llamada Baleares ,allí busqué comida, estuve una semana más o menos. Al mes llegué a otra isla, esta ya un poco más extensa llamada Cerdeña. Allí nada más llegar me encontré con un hombre , me preguntó que quién era yo, le dije que venía de Hispania, y que era, un comerciante de espadas. Por casualidad el hombre era un guerrero, me preguntó que quería yo a cambio de cien espadas, le dije que quería dinero. El guerrero fue a hablar con su rey y le dijo que había encontrado un gran arsenal de espadas para la próxima batalla que tuvieran. El rey fue a verme y me dijo que iba comprarme un baúl lleno, unas cien, por detrás algunos guerreros muy suavemente intentaron robarme algunas, pero yo fui más listo que ellos y me di cuenta. Entonces no me retiré ni un segundo de ellas. Me compraron las espadas por una buena cantidad de dinero y algunas especies, seguí con mi rumbo. Antes de llegar al final me paré en Sicilia otra isla, estaba totalmente desierta, no se veía a nadie por ningún lado. Estuve allí unos días y seguí camino a Grecia mi destino. El tiempo estaba muy mal, cayeron tormentas y rayos, a veces incluso llegue a pensar que el barco se hundía, A los pocos días el tiempo mejoro bastante, se calmo y pude llegar a Grecia, allí llevaban esperándome más de un mes, ya casi me daban por perdido. Me preguntaron que cuántas espadas traía, les dije que dos baúles, unas doscientas. Me dijo que le dejara una para verla, yo se la dejé, él me la devolvió y me dijo que era de buena calidad. Se quedó con todas para sus guerreros. Saqué muy buena cantidad de dinero en la travesía. Al mes más o menos reemprendí mi viaje hacia mi tierra. Tardé unos cinco meses porque el tiempo no me acompañaba. Cuando llegué, mi familia se puso muy contenta.

Juan Fco. Carballo

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