miércoles, 22 de junio de 2011

El libro de Cantos

Sábado 18 de Junio de 2011, Lora del Río, a las 7 de la mañana suena el teléfono. ¡Ring, Ring…! ¿Quién será a estas horas de la mañana un sábado? –Pregunté con un poco de enfado. Cogí el teléfono, ¿Quiénes? – Pregunte con voz cansada.

-¡Hola, Ramiro, buenos días!, soy Luis y te llamaba para saber si podrías venir a echarme una mano para pintar el altar mayor de la iglesia. –Dijo Luis

-Vale, Luis ¿A qué hora tengo que estar allí?. -Pregunté.

-A las 8 te espero en la puerta principal y ya entramos por la pequeña. -Contestó Luis

-Venga Luís a las 8 estoy allí, asta luego. – Me despedí.

Después de desayunar y con sueño me dirigí hacia la Parroquia de Ntra. Sr. De la Asunción, una iglesia muy antigua con mucha historia, no había mucha gente por la calle solo algunas parejas que se levantaban temprano para ir a andar por que por la tarde hacia mucho calor. Pasé por el Mercado de Abastos, un bonito edificio del famoso Aníbal González, no había ningún puesto abierto solo las pescadería estaba abriendo porque acababa de traer el pescado. Llegue a la iglesia y allí estaba Luís en la puerta principal esperándome.

-¡Buenos días, Luis!. –Salude-

-Buenos días, Ramiro. – Respondió Luis

Como Luís dijo entramos por la puerta pequeña de la iglesia, situada en el lateral derecho, por esa puerta se accede a la sacristía. En el interior de la iglesia no había nadie, no se escuchaba nada más que el crujir de las viejas maderas del coro y el altar. Para mi la iglesia es un lugar que me transmite tranquilidad, muchas veces voy allí y me siento en una de las primeras bancas para escuchar el antiguo órgano. Luís ya tenia un enorme andamio que tapaba de arriba a bajo todo el altar mayor para pintarlo, pero antes teníamos que bajar del altar una antigua de una Inmaculada de una altura importante y7 de madera maciza.

-Ramiro venga, vamos a bajar la imagen de la Inmaculada. –Dijo Luis

-¿Por el andamio la vamos a bajar?. –Pregunté, ya que seria muy difícil que una imagen de esa envergadura la bajásemos entre dos y sin ningún tipo de mecanismo.

-No, Ramiro, la vamos a bajar por las escaleras del altar. Respondió Luis

A las escaleras del altar se accede por la sacristía, una puerta de madera muy antigua con un cerrojo que lo abría hasta una pequeña brisa. Las escaleras eran estrechas, los peldaños eran altos y tan cortos que no cabía el pie de forma recta; a la derecha, conforme se sube, hay una pared blanca enconchada y, a la izquierda, las maderas que sujetan el altar. Al subir las escaleras hay otra puerta de madera pequeña como la otra e igual de antigua. Abrimos la puerta y ahí estaba la imagen en el camarín que una vez cerca de ella parecía aun más grande y más pesada. Y así era, Luis la cogió por la espalda con una postura un poco incómoda y yo la agarré por el pie de la imagen que era una especie de nube con ángeles. Bajábamos por la escalera estrecha y oscura y tuve que agarrarla un poco más abajo porque con el sudor se me resbalaba, encontré un hueco en la madera donde poder sujetarla mejor, me pareció extraño que la imagen tuviera un hueco si era maciza, al agarrarla por el hueco cayó algo que salio de dentro. Luis me preguntó qué era ese ruido, porque sonó fuerte, a lo que yo le contesté que era una loseta suelta que al pisarla había sonado, no le quise decir nada porque me gustaría verlo yo antes. Cuando ya bajamos la imagen acabamos sudosos y con mucha sed. Luis fue a por dos Coca-Cola de la nevera que hay en la casa del sacristán que ahora es un taller de pinturas y manualidades. Aproveché la ausencia de Luis para ir en busca del objeto que cayó del hueco, subí corriendo la escalera con intriga, y allí estaba un libro con recubrimiento de madera antigua y con hojas con polillas, hojas que cuando tocabas se desmoronaban. Me lo guardé y llegó Luis, y nos pusimos a trabajar. Pintamos la mitad del altar, cuando acabamos salí pitando de allí hacia mi casa para ver el contenido del libro.


II

Llegué a mi casa y lo primero que hice fue entrar en mi cuarto y sentarme en el escritorio, posé el antiguo libro en la mesa y le coloqué la lámpara para iluminarlo. En esos momentos me sentía como Indiana Jon en una de sus famosas películas, abrí el libro poco a poco y con delicadeza para no estropear su pasta de madera y sus hojas apolilladas de tantos años sin ser usado. En la primera página aparecía un título en latín “Cantus Malignus” traducido es Cantos Malignos, solo el título daba una sensación de misterio y más ganas de leerlo. Justo debajo del título aparecía una nota en latín que decía:

Estos cantos al ser entonados de verdad serán, y para perder el hechizo guardado donde estaba será. Estos cantos causaran grandes daños al ser entonados así que tú, cuidado tendrás.


El aviso me dio un poco de miedo pero no me quito las ganas de no adentrarme en la aventura, así que decidí ver el primer canto que se titulaba: “Nam Cadit” traducido es “Poder que cae”. Era un título que no me asustó y decidí leer un párrafo al azar:

El consistorio un buen día se hundirá y con él, el poder del pueblo le seguirá. Grandes catástrofes pasaran y al poder todas afectarán. Siendo el pueblo el que perderá…

No ocurrió nada y no creía que fuera a pasar nada, por la noche vi el telediario y no hubo ninguna noticia que resaltar. Me acosté y mañana seguiría echándole un vistazo al libro. Me desperté y no ocurrió nada durante la noche, lo que esperaba, pero a las 12 de la mañana vino corriendo a mi casa mi vecino.Manuel, que era un buen hombre de campo con pocos amigos porque le gustaba la soledad y solo hablaba conmigo.

-¡Ramiro, Ramiro! ¿Tá enterao de lo que ha pazao?. –Preguntó asustado.

-No, Manuel, tranquilo cuéntame, que seguro que no será para tanto. –Le respondí.

-Qué el Ayuntamiento sa caío entero y el arcalde estaba adentro y dicen que a muerto. –Dijo Manuel.

Rápidamente salí corriendo hacia el Ayuntamiento y solo pensaba que este suceso tenía alguna relación con el libro. Cuando llegué así era, tal como contó Manuel: el edificio estaba derrumbado entero, solo quedaba un poco de pared donde se encontraba un azulejo con la imagen de una Inmaculada. Salí de aquel bullicio que se concentraba viendo lo ocurrido y me dirigí hacia mi casa para pensar sobre ello. Llegué a mi casa y allí estaba el libro intacto tal como lo dejé, lo abrí por el canto que había leído y no estaba, en su lugar había páginas en blanco sin escribir. Esto ya empezaba a asustarme así que decidí que al día siguiente iría a devolver el libro en su lugar como ponía en la nota. Cuando me estaba acostando se escuchó un gran estruendo que me hizo saltar de la cama y que sonaran todas las alarmas de los coches de la calle. Me asomé a la ventana y no se veía nada, todo era blanco, una gran humareda de polvo no dejaba ver nada. En un principio pensé que sería un atentado, pero lo descarté porque no se escuchó ninguna explosión. Cuando desapareció la humareda vi como el edificio de los Juzgados estaba completamente derrumbado, era un edificio nuevo no como el ayuntamiento que era un edificio histórico. Bajé rápidamente a la calle y estaba llena de vecinos, los bomberos llegaron un poco tarde y nos dijeron que no sabían qué era lo que pasaba, pues en un día había habido tres derrumbes, el último el del cuartel de la Guardia Civil, como si el mundo no quisiera la justicia en este pueblo, dijo un bombero. Me subí a mi casa y me acosté, no podía coger el sueño, sólo pensaba en lo sucedido, me enteré de que murieron tres personas que eran altos cargos en el pueblo y eso me hizo un gran daño, porque probablemente había sido todo por mi culpa.

Me desperté y me dirigí a la iglesia, seguramente estaría abierta porque Luis estaría aun pintando el altar. Así fue, estaba Luis pintando montado en el andamio. Aproveché que no me vio para entrar a la sacristía donde estaba la imagen de la Inmaculada. Allí estaba la portentosa talla, me acerqué y guardé el libro en el hueco de donde nunca debió salir. Ya guardado el libro, miré hacia mis pies y había un papel, lo cogí y era una página del libro de cantos, parecía que era la última página, me dispuse a leer la única frase que aparecía:
FINIS MUNDI.


Rafa Navarro Iribarnegaray

miércoles, 15 de junio de 2011

ISABEL LA CATÓLICA

Me llamo Isabel I de Castilla, pero me llamaban Isabel La Católica.
Nací el 22 de abril de 1451, en Madrigal de las Altas (Ávila). Dos años después nació mi hermano Alfonso. Mis padres eran Juan II de Castilla y mi madre Isabel de Portugal. También tenía un hermano mayor que yo, por parte de padre, Enrique IV. Pasaron los años y mi padre murió, entonces mi madre, mi hermano Alfonso y yo nos fuimos a vivir a la villa de Arévalo. Durante ese tiempo yo lo pasé muy mal debido a los ataques de locura de mi madre y los problemas económicos, yo intentaba fortalecerme con lecturas evangélicas, libros de piedad y me hice amiga de Beatriz de Silva quien me ayudó mucho. Yo le ayudé con la fundación de la orden de la Inmaculada Concepción.
Al poco de mi madre morir, en 1468 me fui con mi hermano Alfonso a Segovia. Siete años después envenenaron a mi hermano y murió. Doné los Palacios de Galina a Beatriz de Silva.
Querían proclamarme reina pero yo lo rechacé porque mi hermanastro, Enrique IV, seguía vivo. Por ese gesto me otorgaron el título de Princesa de Asturias y fui a vivir a Ocaña. Desde los tres años estaba comprometida con Fernando, hijo de Juan de Aragón, pero seis años después mi hermano rompió ese compromiso para casarme con Carlos, príncipe de Viana, con el que tampoco me casé. Al final me casé con Alfonso V de Portugal, que pocos años después murió.
Poco después, el 19 de octubre de 1469, contraje matrimonio en el palacio de Los viveros en Valladolid con mi primo, Fernando rey de Sicilia y Principe de Garona, sin el consentimiento de mi hermano. Tuve seis hijos. Fui una mujer con mucho carácter y severa con mis hijos para que estuvieran bien educados, pero quien me conocía de verdad decían que fui una buena madre.
Finalmente en 1474 me proclamarón reina de Castilla en Segovia.

domingo, 12 de junio de 2011

Recreación de un personaje: Boabdil

Yo deseaba ser rey de Granada, mandar sobre todo, pero había un problema: mi padre y mi tío, por lo que tenía que arrebatarle a mi padre el trono, pero solo no podía, así que decidí convencer a los abencerrajes y a mi propia madre. Después de un tiempo de lucha con mi padre y mi tío conseguí arrebatarles lo que más deseaba: sentarme en el trono.

La noche antes de la batalla que llamaron de Martín González, que no sé por qué la llamaron así, estuve pensando mucho, tenia el presentimiento de que la cosa no saldría bien, pero como yo era el rey debía hacer lo que prometí.

No conseguí pegar ojo toda la noche. Llegó la hora de marcharse a la batalla. Como en mi presentimiento, la batalla no salió bien y me apresaron las tropas enemigas. Ya en la celda, me desperté y eso olía fatal, muchos mendigos en las celdas riéndose de mi diciendo: "como un rey puede estar aquí encerrado, lo torpe que tiene que ser" y se reían de nuevo. Yo enfadado pensé cómo yo puedo estar aquí con este desecho social.
Al llegar los soldados me llevaron por un pasillo oscuro y, cuando vi el sol, lo eché de menos. Al llegar a la habitación estaban los Reyes Católicos y me ofrecieron un pacto a cambio de mi libertad y era:dar parte de mi reino a estos cristianos, no se por qué acepté pero lo hice.

Pasados los años, mi reino se hacía más pequeño y viendo el panorama pacté para que las tropas cristianas me apoyaran cuando fuera a Fez, por si había algún que otro opositor, a cambio tuve que dejar mi reino a los Reyes Católicos.

Tuve que ir a Almería a residir antes de ir a Fez y yo muy triste, viajando junto a mi madre, miré hacia atrás la ciudad en la que había nacido, crecido y reinado, me la quitaban de las manos sin yo hacer nada al respecto y se me cayeron las lágrimas y empecé a llorar como nunca lo había hecho. Miré a mi madre y ella triste me dijo “llora como mujer lo que no defendiste como hombre”.